viernes, 22 de enero de 2010

El Ateismo Climático

Walter E. Williams, profesor de economía de la George Mason University, recientemente publicó un artículo donde llama al recalentamiento global una religión. Irónicamente, procede entonces a atacar a esta 'religión' con un fervor que a veces vemos en ciertos misioneros protestantes.

Williams alega que "es estúpido pensar que las actividades humanas pueden lograr cambios en la temperatura terrestre." Procede a poner como ejemplos la era glacial y la imposibilidad de los seres humanos de detener tsunamis y huracanes.

Así mismo, cita un impresionante aumento en la población de osos polares, una de las especies más amenazadas por la reducción de los casquetes polares. De donde obtuvo esa información, no sabemos, pues el señor no cita sus fuentes. Hoy en día se estima una población global de 25,000 osos polares. ¿Cuantos había en 1960? No sabemos, ya que aun hoy se trata de una especie que habita un territorio poco estudiado. Pero aun así, de las 19 'colonias' de osos identificadas, ocho están en franco declive, tres se encuentrasn estables, y solo una está creciendo. De las siete restantes, se tienen pocos datos. ¿De donde, pues, obtiene el dato de un aumento en la población total? Debe tener espías entre los osos polares. Pero bueno, no son los osos el punto de su ensayo ni del mío.

Sobre su reclamo de que es arrogante el pensar que los seres humanos no podemos alterar el clima, comenzaría por señalar que especies mucho menos difundidas e 'inferiores', como termitas y castores, tienen un efecto medible en los microclimas de las zonas en las que habitan. Los efectos del dióxido de carbono (CO2) como 'trampa de calor' son conocidos desde hace mas de un siglo. Consideremos ahora que los seres humanos no generamos CO2 solamente por actividad bilógica, sino también por actividad industrial. La cantidad de gas que ponemos en la atmósfera cada año es enorme. Y no esta focalizada: no existe país en el mundo que no esté contribuyendo de alguna manera a la producción de gases invernadero.

Williams comete otro error, que ya he señalado en alguna otra ocasión, al hablar de calentamiento global. Usar ese término es darle municiones gratis a aquellos que lo niegan, pues rápido señalan los crudos inviernos que ha padecido Europa y Norteamérica recientemente. ¿Calentamiento global? ¿Y porque tanto frío? La situación no es tan sencilla. Usualmente hablamos de cambio climático pues esa es la situación real. Hace frío donde antes no hacía, donde llovía ahora hay sequía, donde no llovía se padecen inundaciones severas. Es una necedad decir que esto no está pasando, y más aun pretender negar la evidencia científica que la sustenta.

¿Se busca dar miedo? ¿Que se gana con eso? Si hubiera una clara agenda de gasto público en todo el mundo para contrarrestar el cambio climático, tal vez podría darle algo de credibilidad a la teoría de Williams. Pero las economías más grandes se resisten a establecer políticas claras de inversión y acción, como vimos en Copenhague hace unos meses.

Williams habla de los que creen (¡creemos!) en el cambio climático como si fuera una religión fundamentalista, basada en preceptos falsos, llena de seguidores fanáticos. No se da cuenta que él mismo cae en este tipo de actitud al negar tajantemente la posibilidad de que tales hechos sean ciertos. Que hay entre la comunidad científica voces opuestas es una realidad, y una realidad bienvenida a tal caso. Es la disención educada la que genera el choque de ideas que impulsa la búsqueda de la verdad. Pero negarlo absolutamente, oponiéndose a cualquier diálogo, convierte a Williams y quienes comparten su actitud (que no su opinión) en verdaderos y virulentos ateos del cambio climático.

En un afán conciliador, le diría a Williams que mantengo una mente abierta y contemplo la posibilidad de que el cambio climático no se deba a causas humanas. Pero agregaría dos cosas: primero, que dicho cambio es real, como ni siquiera él lo ha negado; y segundo, que tal vez no se deba a causas humanas, pero tal vez si. Tenemos que hacer lo que podamos por frenar e incluso corregir este cambio climático, por nuestro propio bien. La alternativa es no hacer nada y esperar que sea una situación natural y pasajera.
¿Estamos dispuestos a correr ese riesgo?

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